Decía el filósofo que el inconformismo es el que hace avanzar al mundo.
Es probable, pero cuando no se expresa y solo remueve nuestros adentros, solo puede, si acaso, hacernos avanzar a cada uno de nosotros(que no es poco).
El inconformismo explícito se convierte en protesta y eso ya tiene otros matices.
Protestamos poquito, o al menos, de una forma efectiva (por lo bajini sí que somos especialistas).
Somos protestones cotillas, o cotillas sin más. Nos falta valor para afrontar las cosas que NO nos gustan ( y las que SI nos gustan también), planteárnoslas en serio y mostrarlas a la galería.
Tampoco hay que pasarse, los hay que no hacen otra cosa y le sacan pegas a todo sin aportar la más mínima solución, calentándose de forma constante y calentando al que se le ponga por delante (en el sentido menos placentero del asunto). Estos desacreditan el poder de una buena protesta.
Y es que yo creo que en esto de protestar, las maneras dicen mucho. Te pueden dejar como un señor o convertirte en un verdadero gilipollas.
Hace tiempo escuchaba una entrevista a Albert Boadella (protestón artístico donde los haya) en la cual decía el hombre, que la gente cada vez tiene la piel más dura y son menos las cosas que la atraviesan.
Protestamos poco señores y además mal. O mejor dicho, protestamos mucho pero de mala manera y poco de forma adecuada.
La protesta individual se queda la mayoría de las veces en pataleta que no nos lleva a nada. A nada más, que a aumentar el mosqueo producido por el motivo original de nuestro descontento junto a la impotencia de que no se resuelva. Infravaloramos el poder de las hojas de reclamaciones y los efectos que pueden provocar, al menos en el careto del calvente objeto de nuestra rabieta.
Cuando la protesta es colectiva nos ponemos un poco más gallitos. Pero aún en esos menesteres nos faltan formas y a veces conocimiento del fondo. En general suele ponerse más énfasis en la protesta que en los motivos que la originan.
También están los especialistas en quitarle hierro a las mismas de manera que tratan de convertir las más justas reivindicaciones en caprichos de grupúsculos inconformistas, acusando a los incitadores de “pepitos grillo” con falta de perspectiva general, de responsabilidad, egoístas... Se relativiza todo hasta el nivel de lo absurdo. Y claro, si nos ponemos a relativizar, todo se acaba justificando. Cuando las justificaciones no convencen siempre queda un buen decreto, urgente e inapelable.
Y en esos momentos, en los que la protesta debería ser aún mas airada, es cuando nos bajamos los pantalones y nos ponemos mirando a Gibraltar.
Aquellos ex de Sintel deberían poner una academia y formar “Master en protestas”.
Pasó el 29S (parece el lugar donde dejaste el coche en el parking del hiper) y como saben, hubo huelga general contra algo que ya está impuesto. Después de este día probablemente importe poco el qué se haya cambiado. Lo importante habrá sido la protesta y esta ya acabó independientemente de su fruto. La valoración seguirá siendo desigual y dependiendo de quién contara a los huelguistas el seguimiento habrá sido magnífico o testimonial. El 30, todo seguía igual, en la cumbre europea seguirán negando la entrada a los que no lleven corbata y chaqueta, así que a protestar.
Puede que todo esto sea consecuencia de nuestra propia historia que ha sabido hacernos fieles acatadores de lo establecido, debiendo entonces admitir que cohabiten los oprimidos por “lo que debe ser” con los que sacan tajada del pastel. O puede que no, que los que se sienten castigados (caprichosamente o no), le den una patada un día a la mesa y acaben poniendo hacia la todavía colonia británica hasta al amable defensor del pueblo andaluz.
Después se pierden las formas, claro, la gente se caldea y el capullo del Bin Laden se monta su película en el ombligo del mundo, los palestinos se atan bombitas a su propio body para llevarse a unos cuantos compañeros en su último viaje..., el niñato universitario de Kansas se lía a tiros con sus compis protestando porque su profe no le aprueba la historia. El marido mosqueado le pega cuatro tiros a “su” mujer porque no le gusta el estofao, y protestamos porque el mundo está mu mal y porque vaya ejemplo que le vamos a dejar a nuestros niños...
Y seguimos protestando, porque los servicios mínimos son mayores que los “normales”, porque nos quitan el “per” “por” la cara, porque los moritos que vienen de vacaciones a Spain no tienen buena pinta, porque los obispos no se callan ni aunque les pongan clases de religión obligatoria en los colegios láicos, porque no se ponen medios para que una ley educativa funcione cuando ésta se cambia, porque hay que ver que protestones son los que protestan, porque me rompo los cuernos trabajando y no llego a fin de mes, porque mi vecina no paga la comunidad, no se puede arreglar la antena colectiva y no puedo ver el partido del mundial...
Proteste usted hombre, proteste.
José Manuel Velasco.
(Protestón aficcionado. vease: Problema con MAPFRE )
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tus comentarios...